Impacto de la pobreza en la salud cerebral

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Impacto de la pobreza en salud cerebral

El impacto de la pobreza en la salud cerebral es un tema que merece nuestra atención. La Sociedad Española de Neurología (SEN) ha proporcionado datos reveladores sobre cómo las circunstancias socioeconómicas afectan directamente la salud del cerebro. Por eso es tan importante contar con ayudas a la dependencia. Que permiten el acceso a los cuidados a personas vulnerables. Como por ejemplo el llamado Cheque Residencia, PEVS o Ayuda Vinculada al Servicio.

¿Cuál es el impacto de la pobreza a la salud cerebral?

  • Demencia y aparición temprana: Las personas de entornos socioeconómicos más bajos tienen tres veces más probabilidades de desarrollar demencia de aparición temprana. Esto subraya la importancia de abordar las desigualdades económicas para prevenir y tratar enfermedades neurológicas.
  • Ictus y riesgo de muerte o discapacidad: Quienes tienen bajos niveles de educación e ingresos enfrentan un 10% más de riesgo de muerte o discapacidad por ictus. La incidencia de la epilepsia también es más frecuente en personas desfavorecidas. Estos datos resaltan la necesidad de estrategias integrales para mitigar la carga de los trastornos neurológicos. Porque el impacto de la pobreza en la salud cerebral es evidente en estos casos.
  • Coste económico y calidad de vida: Las enfermedades neurológicas no solo afectan la calidad de vida, sino que también generan importantes cargas económicas. En Europa, el coste total de los trastornos neurológicos en 2020 superó el billón de euros. La prevención, detección temprana y acceso al tratamiento son esenciales para abordar este desafío.
  • Determinantes sociales y salud cerebral: Aproximadamente el 70% de la carga global de trastornos neurológicos se concentra en países de bajos y medianos ingresos. El nivel socioeconómico influye en el comportamiento individual ante la salud y las condiciones de la población. Por lo tanto, es crucial considerar los determinantes sociales al abordar la salud cerebral.

Factores del impacto de la pobreza en la salud cerebral

1 Prevención y recursos

Para enfrentar el impacto de la pobreza en la salud cerebral significativo, la comunidad científica enfatiza la necesidad de estrategias integrales que se centren en la prevención, detección temprana, acceso al tratamiento y seguimiento de los pacientes. Además, es esencial dedicar esfuerzos a mejorar la infraestructura y los recursos de atención médica. El doctor Jesús Porta-Etessam, presidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN), también advierte que el nivel socioeconómico influye en el comportamiento individual hacia la salud y las condiciones de la población, lo cual es relevante para las enfermedades neurológicas.

De acuerdo con la Sociedad Española de Neurología (SEN), aproximadamente el 70% de la carga global de trastornos neurológicos se concentra en países de bajos y medianos ingresos. De manera similar, en países económicamente más favorecidos, como el nuestro, la mayoría de las principales enfermedades también afectan principalmente a personas con bajos ingresos.

Los determinantes sociales también influyen en la salud cerebral en general. La SEN ha observado que en los últimos años se han publicado varios estudios que intentan cuantificar este impacto en enfermedades como el Alzheimer, otras demencias, el ictus, la esclerosis múltiple, el Parkinson, la epilepsia, las migrañas y otros tipos de cefaleas, así como en enfermedades neuromusculares y neuropatías.

2 Demencia temprana

En el contexto del Alzheimer y otras demencias, factores sociales como el nivel educativo, el acceso a la atención médica preventiva y el apoyo social influyen en su incidencia y manejo. Recientemente, se ha publicado un estudio que revela que las personas de entornos socioeconómicos más bajos tienen tres veces más probabilidades de desarrollar demencia de aparición temprana. Además, si estas mismas personas llevan un estilo de vida poco saludable, el riesgo aumenta en un 440% en comparación con aquellas de un nivel socioeconómico más alto que siguen un estilo de vida saludable. Es decir, es evidente que hay un impacto de la pobreza en la salud cerebral.

La dieta, el acceso a la atención médica preventiva, el tabaquismo y el consumo de alcohol también influyen en el riesgo de padecer un ictus. Estudios han demostrado que los estilos de vida perjudiciales y el control de los factores de riesgo vascular son más desfavorables en individuos que no han completado la escuela secundaria y entre aquellos que están desempleados, realizan trabajos no cualificados o tienen baja remuneración.

3 Mortalidad por Ictus

En relación al ictus, diversos estudios también han demostrado una asociación entre bajos niveles de educación e ingresos y la mortalidad por esta enfermedad. Se ha llegado a la conclusión de que estas personas pueden enfrentar un 10% más de riesgo de muerte o de depender de otros para completar las tareas diarias tres meses después de un ictus, en comparación con aquellas con niveles más altos. De nuevo se ve un impacto de la pobreza en la salud cerebral.

En el caso del ictus, las personas de clases sociales más desfavorecidas, del ámbito rural y de mayor edad suelen tener un conocimiento limitado sobre la urgencia médica que implica un ictus. Esto lleva a que muchos esperen a que los síntomas se resuelvan espontáneamente, lo que retrasa la búsqueda de ayuda o, en ocasiones, llegan al hospital cuando ya es demasiado tarde.

4 Exposición a pesticidas

En el contexto de la enfermedad de Parkinson, se ha establecido una conexión entre la exposición a pesticidas y otros productos químicos y un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. Además, diversos estudios han demostrado que menores ingresos se asocian con una mayor gravedad de la enfermedad y discapacidad en diferentes grados.

En cuanto a la epilepsia, vivir en una situación socioeconómica vulnerable también aumenta las posibilidades de desarrollarla. La incidencia de esta enfermedad parece ser 2,3 veces más frecuente en personas menos favorecidas económicamente. La clase social y el nivel educativo también influyen en el acceso a la atención médica para diagnóstico y tratamiento adecuados, así como en el estigma social asociado con la epilepsia. Es otro ejemplo del impacto de la pobreza en la salud cerebral.

5 Estrés y migrañas

En relación al estrés y las migrañas, existe una fuerte correlación entre ambos. El estrés, a menudo relacionado con condiciones laborales, económicas y sociales, contribuye al desarrollo de migrañas y otras cefaleas. Estas enfermedades son más prevalentes entre las personas menos favorecidas económicamente. De hecho, estudios científicos indican que la migraña crónica, la forma más incapacitante de migraña, es más común en individuos que viven en entornos con un nivel socioeconómico más bajo.

Sin embargo, no solo el estrés influye. Otros factores, como la obesidad, los hábitos de vida y la falta de sueño, también afectan la discapacidad asociada con estas enfermedades y se observan con mayor frecuencia en personas de entornos desfavorecidos.

6 Relación con la ELA

En cuanto a la esclerosis múltiple (ELA), su prevalencia también puede verse afectada por factores geográficos y socioeconómicos. El acceso al diagnóstico y a tratamientos especializados es crucial. Esto también se aplica a ciertas enfermedades neuromusculares, como la distrofia muscular o la ELA, donde el acceso a la atención médica y el apoyo social son fundamentales para el manejo.

Conclusión

En resumen, la pobreza no solo afecta la calidad de vida, sino también el bienestar cerebral. Es fundamental trabajar en estrategias integrales y mejorar el acceso a la atención médica para reducir la carga de las enfermedades neurológicas.

El doctor Jesús Porta-Etessam destaca que el estatus socioeconómico por sí solo es un factor importante en el riesgo de desarrollar enfermedades neurológicas. Además, la falta de recursos puede limitar tanto el acceso a tratamientos como el apoyo para la discapacidad.

En contraste, según el neurólogo, las personas que provienen de entornos menos favorecidos pueden enfrentar mayores dificultades para adoptar hábitos de vida saludables. Por ejemplo, les resulta más complicado seguir la dieta mediterránea, que se considera la más beneficiosa para la salud cerebral. Además, acceder a una educación de calidad o a trabajos estimulantes e intelectuales también puede ser un desafío para ellos. Estos factores son relevantes para mejorar nuestra reserva cognitiva, lo que a su vez ayuda a compensar la neurodegeneración asociada con muchas enfermedades neurológicas.

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